Una forma de dividir la humanidad en el tiempo podría ser por la capacidad que se tenía de predecir cómo se comportará la Naturaleza, para su beneficio. Así, tendríamos tres épocas:
- Época Terrestre.
- Época Yottaterrestre.
- Época Attoterrestre.
TERRESTRE (aprox. 2.000.000 a. C. a 1687 d. C.)
Desde su origen como animal racional, el humano ha ido observando los distintos patrones que ocurrían en la Naturaleza. Cuando el humano fue capaz de aprovechar los recursos naturales disponibles de forma fácil como piedras, plantas, huesos y poco más, dio un salto evolutivo excepcional. Con esa tecnología le fue mucho más sencillo adaptarse al medio y explorar nuevos horizontes, basándose en la física observada en el día a día: el sol calienta, las cosas caen, las cosas se rompen, la madera se quema, etc. En ese momento, la información pasó de generación en generación a través del boca a boca. Lanzas, hachas de piedra, agujas de hueso, etc. fueron herramientas utilizadas y mejoradas en su eficiencia hasta que su evolución no pudo ir a más.
Un nuevo descubrimiento tecnológico transcendental, el metal, unido a uno de comunicación, la escritura, iniciarán una nueva época. A ambos descubrimientos se llega dominando la energía que se obtiene del fuego y la grabación de la simbología, respectivamente. Primero el cobre, después aleaciones como el bronce y, más tarde, el hierro y demás elementos sirven para crear espadas, escudos, arado, canalizaciones, transportes, instrumentos de observación, asentamientos permanentes... que ayudaron al avance. Sin embargo, fue el progreso de las sociedades y la imprenta lo que permitió que muchas personas pudieran dedicarse a estudiar y descubrir cómo funcionaban las cosas, de forma profesional, en exclusividad, llevando a la humanidad a un mundo analógicamente casi perfecto (5000 a. C, 1687 d. C.). Dicho mundo llegó así al techo de desarrollo tecnológico basado en la física conocida hasta entonces.
YOTTATERRESTRE (1687-1905)
No está claro cuándo el humano miró al cielo y empezó a buscar patrones con los que seguir evolucionando. Los escritos más antiguos tienen en común esa mirada al cielo, bien sea mitológica, astrológica o teológica, pero siendo una parte sustancial de sus vidas, no consiguieron aprovecharse de esa observación. La mirada astronómica también empieza desde muy antiguo: conocer el Sol, la Luna, la Estrella Polar y los demás elementos luminosos principales fue vital para el desarrollo de la orientación, ganadería, agricultura y construcción. Pero fueron el aumento de la capacidad de observación, gracias al invento del telescopio (1608) y, sobre todo, el desarrollo del aparato físico-matemático enunciado por Isaac Newton (1687), los que proporcionaron una visión del Universo tan perfecta que dio pie a que apareciera el pensamiento mecanicista. Se entendió el baile armonioso de los planetas, estrellas y demás elementos celestes, se predecían los eclipses, los mapas estelares, las mareas y las trayectorias de las balas y se entendieron los pesos, las balanzas y péndulos. En definitiva, se abrió un universo de posibilidades que nos llevó a la siguiente época.
ATTOTERRESTRE (1905 a ¿?)
La capacidad de los instrumentos ópticos no permitía indagar en lo más pequeño, en la estructura de la materia. Albert Einstein y Max Plank recogieron el testigo teórico de importantes experimentos que estaban sin resolver como, por ejemplo, el del cuerpo negro. Tanto la Teoría General de la Relatividad como la Mecánica Cuántica dieron y dan todo el desarrollo tecnológico de esta nueva era. Hornos microondas, telefonía móvil, exploración espacial, desarrollo de la Genómica, instrumentos de observación de muy alta y baja energía, etc. son algunas de la tecnologías que disfrutamos actualmente. Pero ocurre que sin haber llegado al límite de desarrollo tecnológico que nos permite la física actual, esta sí que está en un punto de estancamiento, pendiente de que la tecnología nos empuje a la siguiente era -lo cual no creo que se demore mucho más allá del presente siglo-, uniendo la física de lo muy grande con la de lo muy pequeño.
Al igual que teorizar los experimentos como la emisión del cuerpo negro y la existencia del éter nos llevó a una nueva física a principios del siglo XX, en estos momentos, existen otras observaciones sobre materia oscura y energía oscura que, probablemente, necesiten de una nueva física para entenderlo. Con esta nueva física entraríamos en una nueva era.
En la anterior entrada "Hipótesis de cómo se materializa la realidad 1" me tomo la "pequeña" licencia de plantear una hipótesis de nueva física, basada en que la velocidad de las cosas no está limitada por la velocidad de la luz, sino por la velocidad de colapso de la función de onda, que ocurre al tomar conciencia de lo medido.
La observación, medición o toma de conciencia de las cosas que nos rodean se propaga en forma de esfera con un radio que dependerá de la capacidad de observación que tengamos en ese momento. Cuando los primeros homínidos habitaron la Tierra, solo pudieron observar mediante los sentidos con los que la naturaleza les dotó, que no son pocos. El sentido de más largo alcance es el de la vista, pudieron ver cosas que pasaron millones de años antes. Mas este por sí sólo no les dio mucha más información que formas, colores e intensidades, sin embargo, al combinarla con la que les proporcionaba el oído, olfato, gusto y tacto en todas sus facetas, pudieron obtener una información "pentadimensional" de las cosas. Por la limitación de los sentidos, toda la información que se les escapaba no era colapsada por sus mentes.
Con el mejor conocimiento y dominio de la energía y el desarrollo de las matemáticas, llegó la oportunidad de aumentar tecnológicamente las capacidades de sus sentidos, en especial, de la vista. Así, el telescopio y el microscopio aumentaron la información recibida, o sea, colapsaron partículas y propiedades que hasta entonces, existieran o no existieran, pasaron a existir para el observador, es decir, pasaron al mundo real.
Actualmente, tanto la relatividad como la cuántica nos proporcionan todavía un espacio de conocimiento suficientemente extenso como para ampliar bastante la tecnología, lo cual nos lleva a que aun estando en el límite teórico-observacional, la tecnología no es suficiente para dar el siguiente salto de validación experimental.
La relatividad y la cuántica funcionan muy bien cada una por separado en su ámbito de actuación, pero cuando se han tratado de unir en una sola, no ha funcionado como se esperaba. Una de las teorías que lo ha intentado con mejor resultado es la Teoría M , que intenta unificar otras teorías (como las de cuerdas) y conocimiento en una teoría del todo, pero está en un punto de estancamiento en su desarrollo y demostración. Otra nueva teoría es la que plantea Wolfram. Todavía en desarrollo, plantea nuestro universo como un programa computacional que de una estructura simple (grafo) y con unas reglas simples llegaría a modelos tan complejos como el Universo.
La energía oscura, constante cosmológica, materia oscura, etc. siguen sin tener un respaldo experimental que traiga a la realidad sus propiedades. Probablemente, el problema sea que no tenemos desarrollo tecnológico suficiente para ello. Se conocen algunas respuestas teóricas, pero no así experimentales, tanto la energía oscura, la constante cosmológica, como la materia oscura, se sabe de su existencia de forma indirecta, un ejemplo simple: imaginemos una gran olla llena de café o cualquier líquido que se pudiera ver su movimiento, cogemos una cuchara y movemos el café girando la cuchara en el centro, con un pequeño radio de giro. Lo esperable debería ser que un pequeño radio del café girase con la cuchara y se fuera disminuyendo la velocidad de giro conforme miremos más cerca de la pared de la olla. Sin embargo, lo que observamos es que la mayoría del café se mueve con la misma velocidad angular, como si la cuchara llegara hasta casi la pared de la olla empujando al café a la vez. O sea, es como si la cuchara, tuviera una parte de "materia oscura" que no podemos ver, pero que sí interactúa con el café. En realidad, se le llama materia porque parce que interactúa con la gravedad y no con el electromagnetismo.
Con la hipótesis planteada por mí, por supuesto como idea y sin ningún respaldo matemático, tenemos: por un lado, materia que no tiene interacción electromagnética, con lo cual no es observable en el espectro electromagnético; por otro lado, sí tiene efecto gravitatorio, con lo cual, sí observamos su interacción. La velocidad de colapso es mayor que la de la luz, por lo que no detectaremos la materia oscura ya que la partícula de la que está hecha puede colapsar antes que el fotón, con lo que no produce campo electromagnético. Como la tecnología no está diseñada para observar más rápido que el fotón, el colapso de lo anterior es indetectable. Sin embargo, una propiedad de esa materia, como es la masa y con ella la fuerza gravitatoria, sí se desplaza a velocidad de la luz, con lo que sí podemos observarla. La materia oscura está escondida entre la velocidad de la luz y la velocidad de colapso. La partícula a buscar debería ser menos densa de información que el fotón, por tanto, más fácil de colapsar. El ejemplo más sencillo que se me ocurre sería el del aire. El aire es una sustancia que se sabía que existía porque tiene masa y al moverse ejerce fuerza, pero como no interacciona con nosotros en el espectro visible, no sabemos más de él. Hasta que la tecnología no fue capaz de observar el tamaño de la molécula, no pudimos "verlo". De esta forma, la tecnología que se necesitará para ver la materia oscura, visto desde la perspectiva de la hipótesis que tratamos, debería basarse en la capacidad de observar más rápido que la luz.
En cuanto a la energía oscura es la cantidad de espacio colapsado por nuestra observación, la cual va mucho más lejos de lo observable a la velocidad de la luz. No colapsamos solo cosas (masa), sino también sus relaciones y espacio donde se desarrolla. Así, una galaxia tal como la observamos no está en su posición final, se mueve hacia el lugar que la velocidad de colapso le dejó reservado hace tiempo, ya que colapsó antes. En el ejemplo del globo donde al inflarlo, los puntos que están pintados se van separando conforme se infla, en realidad lo que ocurre es que el globo se hinchó mucho más rápido que el movimiento de los puntos, de forma que los puntos se quedaron atrás en su posición inicial, hacia dentro del globo, y poco a poco recuperan su posición más exterior, siendo este movimiento lo que vemos como el aumento de separación. Es decir, el espacio se creó a velocidad de colapso y el universo observable tardó un poco más, con lo que este se está moviendo todavía a su posición final. De este modo, la energía oscura es esa "energía potencial" entre el universo colapsado y el universo observado que busca llegar a su posición más estable.
Hay mucho Universo inexplorado y, probablemente, con leyes y constantes que evolucionen con el tiempo. Espero que la humanidad lo descubra, entienda y disfrute de su mejor lado.
miércoles, 27 de mayo de 2020
jueves, 23 de abril de 2020
¿Hidrógeno o solo baterías?
La transición a la electrificación de los distintos modos de transporte no va a ser inmediata, habrá que hacer muchas cuentas para que las poderosas compañías asociadas al antiguo formato energético no desaparezcan, o que lo hagan sin grandes estridencias económicas, como, por ejemplo, le pasó a Kodak que sufrió su particular declive en el tránsito a lo digital.
Estas empresas lucharán, como gato panza arriba, para mantener su posición de control sobre unos de los elementos de primera necesidad humana como es la energía. El control del petróleo ha servido y sirve de excusa para que los gobiernos más poderosos controlen los territorios ricos en este elemento y sus derivados; y las multinacionales mantienen la presión sobre ellos para garantizar su estatus de control energético.
Volvamos a la electrificación. Las empresas del monopolio, ¿cómo mantienen el dominio sobre el vector energético combustible fósil? La única forma de hacerlo es que tú no puedas y ellas sí, con lo que tendrás que comprárselo a ellas sí o sí. Tú no eres ni serás capaz de extraer el petróleo, refinarlo y transportarlo.
Ahora vamos con la energía eléctrica. En la anterior entrada quedó claro que en los vehículos de transporte eléctricos existentes hay dos formas de producción energética para alimentar el motor. Descartando la generación con motores térmicos, que como transición estaría tolerado pero como objetivo final no, están la alimentación directa desde la batería y, por otro lado, la alimentación indirecta desde la pila de hidrógeno.
Los vehículos eléctricos tienen un motor eléctrico y, por tanto, necesitan de electricidad para funcionar. Esta se acumularía en las baterías pero, ¿de dónde sale la electricidad para rellenar las baterías? En este sentido es donde entran en juego las dos opciones: electricidad producida directamente por fuentes renovables y la indirecta producida por la pila de hidrógeno, que a su vez sería producida por fuentes renovables.
La primera opción necesita actualmente de gran cantidad de baterías ya que, si bien el litio fue un gran espaldarazo a la autonomía de los aparatos electrónicos y eléctricos pequeños y medianos (móviles, patinetes, etc.), en cuanto la energía necesaria para su funcionamiento se eleva a kWh, la tecnología actual se queda escasa. Aún así, la investigación no para y en pocos años tendremos baterías con 30 % más de densidad energética y que necesitarán 5 minutos solo para cargar el 75 % del total, con lo que un vehículo que actualmente ronde los 400 km de autonomía llegará a los 600 km y cargará 450 km en 5 minutos. Además, serán más seguras y fácilmente reciclables. La energía la podremos conseguir o de la compañía eléctrica, o lo que es mejor, de tu propia instalación de producción renovable. Esto conseguirá que el precio de tu electricidad sea solo el correspondiente a la compra e instalación, independiente de la tiranía energética de las grandes corporaciones.
La segunda opción necesita de baterías mucho más pequeñas ya que la acumulación de la energía está en el hidrógeno. Una pila de hidrógeno será la encargada de producir la electricidad transformando el hidrógeno en agua. El funcionamiento es muy simple y complicado a la vez. Una de las formas de conseguir hidrógeno es a través de la electrolisis del agua (H2O) , la cual consiste en aplicar una corriente eléctrica al agua, separando la molécula y produciendo O2 en el ánodo y H2 en el cátodo.
Esto es fácil de hacer, incluso en casa como experimento de física-química, pero difícil de llevar a cabo cuando hablamos de producción industrial. Si invertimos el proceso, es decir, contamos con hidrógeno, cogemos aire y juntamos el oxígeno de este con el hidrógeno que tenemos, nos daría como resultado agua, el resto de los componentes del aire y electricidad.
A esto, se le llama pila de hidrógeno y ya está en un nivel de desarrollo suficiente como para implantarlo a nivel industrial. Hasta hace poco, el hidrógeno tenía dos grandes inconvenientes: su precio de producción y su peligrosidad. El hidrógeno es el elemento más simple y abundante del universo, pero por sus características físico-químicas, se combina fácilmente con otras sustancias, por lo que, por un lado, es cara la vuelta a atrás y, en consecuencia, la producción, y por otro, para acumular suficiente cantidad se necesitan grandes presiones (del orden de 700 bares de presión, más o menos 700 veces la presión atmosférica, o dicho de otra manera, como si estuvieras a 7 km bajo el agua). Estas presiones y la volatilidad hacen del hidrógeno un producto peligroso y caro.
Aun así, los métodos de obtención y envasado se han refinado bastante, obteniendo una eficiencia rentable gracias a la, todavía, mayor densidad energética con respecto a las baterías, suficiente como para competir con la tecnología de acumulación solo en baterías.
Bien, llegamos al centro del problema. Entonces, ¿cómo querrán mantener las grandes compañías el dominio sobre la producción energética -en este caso, electricidad- y seguir poniendo el precio que les de la gana, sobre algo tan básico para todos? La única forma de hacerlo es que tú no puedas hacerlo y ellas sí, que tú no puedas producir hidrógeno y ellas sí, en contraposición a las baterías y producción autosuficiente de la población, sin que ellas puedan meter mano.
Varias son las circunstancias a tener en cuenta, pero la principal es que estamos en un momento crucial en el devenir del mundo, entre ellas, cómo y quién va a producir la electricidad. El transporte es uno de los más grandes consumidores energéticos, las grandes corporaciones van a intentar imponer el hidrógeno como vector energético para su control total, pero debemos intentar impedirlo apostando por el autoabastecimiento a base de placas fotoeléctricas y aerogeneradores en cualquier rincón de las poblaciones. Los vehículos que se deben imponer son los eléctricos con acumulación en baterías para que se siga investigando en baterías y no en hidrógeno, al cual nunca podremos acceder si se impusiera como vector energético.
No se dejen llevar, en estos primeros años se impondrá una hibridación batería-hidrógeno, sobre todo, en los transportes de mayor consumo, pero si conseguimos que la investigación en baterías supere la densidad energética del hidrógeno acumulado habremos ganado la batalla. NO al monopolio de control energético que supondría tener que ir a las "hidrogeneras" a llenar el depósito.
Estas empresas lucharán, como gato panza arriba, para mantener su posición de control sobre unos de los elementos de primera necesidad humana como es la energía. El control del petróleo ha servido y sirve de excusa para que los gobiernos más poderosos controlen los territorios ricos en este elemento y sus derivados; y las multinacionales mantienen la presión sobre ellos para garantizar su estatus de control energético.
Volvamos a la electrificación. Las empresas del monopolio, ¿cómo mantienen el dominio sobre el vector energético combustible fósil? La única forma de hacerlo es que tú no puedas y ellas sí, con lo que tendrás que comprárselo a ellas sí o sí. Tú no eres ni serás capaz de extraer el petróleo, refinarlo y transportarlo.
Ahora vamos con la energía eléctrica. En la anterior entrada quedó claro que en los vehículos de transporte eléctricos existentes hay dos formas de producción energética para alimentar el motor. Descartando la generación con motores térmicos, que como transición estaría tolerado pero como objetivo final no, están la alimentación directa desde la batería y, por otro lado, la alimentación indirecta desde la pila de hidrógeno.
Los vehículos eléctricos tienen un motor eléctrico y, por tanto, necesitan de electricidad para funcionar. Esta se acumularía en las baterías pero, ¿de dónde sale la electricidad para rellenar las baterías? En este sentido es donde entran en juego las dos opciones: electricidad producida directamente por fuentes renovables y la indirecta producida por la pila de hidrógeno, que a su vez sería producida por fuentes renovables.
La primera opción necesita actualmente de gran cantidad de baterías ya que, si bien el litio fue un gran espaldarazo a la autonomía de los aparatos electrónicos y eléctricos pequeños y medianos (móviles, patinetes, etc.), en cuanto la energía necesaria para su funcionamiento se eleva a kWh, la tecnología actual se queda escasa. Aún así, la investigación no para y en pocos años tendremos baterías con 30 % más de densidad energética y que necesitarán 5 minutos solo para cargar el 75 % del total, con lo que un vehículo que actualmente ronde los 400 km de autonomía llegará a los 600 km y cargará 450 km en 5 minutos. Además, serán más seguras y fácilmente reciclables. La energía la podremos conseguir o de la compañía eléctrica, o lo que es mejor, de tu propia instalación de producción renovable. Esto conseguirá que el precio de tu electricidad sea solo el correspondiente a la compra e instalación, independiente de la tiranía energética de las grandes corporaciones.
La segunda opción necesita de baterías mucho más pequeñas ya que la acumulación de la energía está en el hidrógeno. Una pila de hidrógeno será la encargada de producir la electricidad transformando el hidrógeno en agua. El funcionamiento es muy simple y complicado a la vez. Una de las formas de conseguir hidrógeno es a través de la electrolisis del agua (H2O) , la cual consiste en aplicar una corriente eléctrica al agua, separando la molécula y produciendo O2 en el ánodo y H2 en el cátodo.
Esto es fácil de hacer, incluso en casa como experimento de física-química, pero difícil de llevar a cabo cuando hablamos de producción industrial. Si invertimos el proceso, es decir, contamos con hidrógeno, cogemos aire y juntamos el oxígeno de este con el hidrógeno que tenemos, nos daría como resultado agua, el resto de los componentes del aire y electricidad.
A esto, se le llama pila de hidrógeno y ya está en un nivel de desarrollo suficiente como para implantarlo a nivel industrial. Hasta hace poco, el hidrógeno tenía dos grandes inconvenientes: su precio de producción y su peligrosidad. El hidrógeno es el elemento más simple y abundante del universo, pero por sus características físico-químicas, se combina fácilmente con otras sustancias, por lo que, por un lado, es cara la vuelta a atrás y, en consecuencia, la producción, y por otro, para acumular suficiente cantidad se necesitan grandes presiones (del orden de 700 bares de presión, más o menos 700 veces la presión atmosférica, o dicho de otra manera, como si estuvieras a 7 km bajo el agua). Estas presiones y la volatilidad hacen del hidrógeno un producto peligroso y caro.
Aun así, los métodos de obtención y envasado se han refinado bastante, obteniendo una eficiencia rentable gracias a la, todavía, mayor densidad energética con respecto a las baterías, suficiente como para competir con la tecnología de acumulación solo en baterías.
Bien, llegamos al centro del problema. Entonces, ¿cómo querrán mantener las grandes compañías el dominio sobre la producción energética -en este caso, electricidad- y seguir poniendo el precio que les de la gana, sobre algo tan básico para todos? La única forma de hacerlo es que tú no puedas hacerlo y ellas sí, que tú no puedas producir hidrógeno y ellas sí, en contraposición a las baterías y producción autosuficiente de la población, sin que ellas puedan meter mano.
Varias son las circunstancias a tener en cuenta, pero la principal es que estamos en un momento crucial en el devenir del mundo, entre ellas, cómo y quién va a producir la electricidad. El transporte es uno de los más grandes consumidores energéticos, las grandes corporaciones van a intentar imponer el hidrógeno como vector energético para su control total, pero debemos intentar impedirlo apostando por el autoabastecimiento a base de placas fotoeléctricas y aerogeneradores en cualquier rincón de las poblaciones. Los vehículos que se deben imponer son los eléctricos con acumulación en baterías para que se siga investigando en baterías y no en hidrógeno, al cual nunca podremos acceder si se impusiera como vector energético.
No se dejen llevar, en estos primeros años se impondrá una hibridación batería-hidrógeno, sobre todo, en los transportes de mayor consumo, pero si conseguimos que la investigación en baterías supere la densidad energética del hidrógeno acumulado habremos ganado la batalla. NO al monopolio de control energético que supondría tener que ir a las "hidrogeneras" a llenar el depósito.
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martes, 14 de abril de 2020
Gasoil, hidrógeno, baterías
Las evidencias científicas nos van marcando el camino a seguir si no queremos terminar como Marte. Europa es una convencida de la necesidad de ir cambiando el modelo económico y energético, bien sea por nuestra salud, bien sea por la independencia estratégica en el ámbito energético.
La normativa EURO 6 que restringía las emisiones de sustancias nocivas para el medioambiente de los vehículos, se alargó en el tiempo con sucesivas reformas, llegando a la EURO 6 D. Hoy ya estamos cerca de la "temida" Norma EURO 7 ya que, reduce mucho más las sustancias emitidas por los tubos de escape. Además, en Europa se obligará a tener una media de emisión de CO2 de los coches matriculados de cada marca, así, un fabricante podrá matricular vehículos de 190 mg/km si matricula otro de 0 mg/km, ya que la media seguirá dando 95 mg/km. Sin embargo, las marcas pagarán de multa 95 € por cada gramo de más de media por vehículo matriculado, o sea, si hubiera matriculado 1.000.000 de vehículos y se hubiera pasado 1 gramo en la media, pagaría 95 € x 1g x 1.000.000 = 95 millones de euros. El Covid-19 y la realidad conservadora de las grandes corporaciones van a hacer que este año esté bastante relajado en la aplicación de las normativas, cosa que se alargará algún año más.
Pero la norma está empujando a las marcas a usar la tecnología de motorización eléctrica en muchos de sus vehículos a la venta en Europa. La tecnología eléctrica es mucho más eficiente, fácil de implementar y limpia que la quema de hidrocarburos, de hecho, los vehículos eléctricos se empezaron a utilizar a finales del siglo XIX, pero la tecnología de sus baterías pronto fue sobrepasada por la capacidad del motor Otto y del Diésel.
Entonces, actualmente, convivimos con un conflicto donde, por un lado, necesitamos la transformación a lo eléctrico para frenar el cambio climático y, por otro lado, el poco desarrollo que la electrificación tiene, debido, entre otros, al gran lobby formado durante la hegemonía de los hidrocarburos.
Las marcas de vehículos, empujadas por la política europea, están forzando la máquina para implementar las distintas normativas anticontaminación y anti cambio climático, electrificando parte de su oferta. En la transición al vehículo eléctrico, los fabricantes intentan dar soluciones para suplir la tecnología térmica. Las tecnologías híbridas son un claro ejemplo, aunque, ¿por qué no se pasan directamente a lo eléctrico? La tecnología eléctrica es fácil de implantar, pero el gasto dedicado al desarrollo de tecnología térmica hecho por las marcas hasta hace poco deben amortizarlo, con lo que todavía quedan algunos años para ello. Por otro lado, están las compañías de hidrocarburos y países que han invertido mucho dinero en desarrollar y dominar, respectivamente, el mundo de la energía fósil, con lo que no va a ser fácil el camino.
Sin embargo, una vez empujada políticamente toda la maquinaria al traspaso a lo eléctrico, nadie debe dudar de sus bondades y nadie debe dudar de las zancadillas que le irán poniendo.
Para que cualquier objeto pueda adquirir una cierta energía cinética (energía asociada al movimiento), necesita un aparato que transforme otro tipo de energía en cinética para que se mueva el objeto. En el caso que nos trae, tenemos, por un lado, los vehículos térmicos, que transforman la energía química del combustible en mecánica y posteriormente en cinética, llegando a tener eficiencias en torno al 30%; y, por otro, los vehículos eléctricos que transforman la energía eléctrica en cinética con una eficiencia aproximadamente del 80%. Visto así, está claro hacia dónde nos deberíamos decantar, pero hay un pequeño problema, los vehículos se mueven, con lo que no pueden estar conectados a una fuente energética fija, es decir, que la fuente energética la tiene que llevar encima.
1 l de gasóleo tiene aproximadamente 39 megajulios de energía. En la actualidad, el depósito de un coche mediano suele estar debajo del asiento trasero y su capacidad ronda los 70 l, con lo que en un térmico utilizaremos 70 l x 39 Mj x 30% = 819 Mj de la energía disponible debajo del asiento. Las baterías que podrían caber bajo del asiento trasero en un coche eléctrico (70 l) nos darían aproximadamente, como mucho 32,2 Kwh y 1 Kwh = 3,6Mj, por lo que 32,2 Kwh x 3,6 x 80% = 92,736 Mj, (esto podría cambiar fácilmente ya que la industria está enfrascada en la investigación para la mejora), o sea, que en el mismo volumen que hay debajo del asiento hay 8,83 veces, aproximadamente, más energía disponible en un térmico que en un eléctrico, con lo que aquí tenemos el por qué de la transición larga en el tiempo y no corta como podría parecer, sin contar el precio de las baterías (precio que baja con rapidez).
Sin embargo, sin salir de la motorización eléctrica, hay una tecnología intermedia que nos proporcionará una densidad energética intermedia entre la fósil y las baterías, se trata de la pila de combustible o pila de hidrógeno, la cual une el hidrógeno con el oxígeno que hay en el aire para producir, por un lado, agua y, por otro, electricidad, siendo su eficiencia de aproximadamente un 60%. 1 l de gasóleo tiene 850 g de masa aproximadamente, 850 g de hidrógeno tienen 102 Mj, si en 70 l de hidrógeno caben 4,32 Kg de masa a unos 700 bares de presión, (4,32 kg / 0,85 kg) x 102 Mj x 60% = 311 Mj o sea, 3.35 veces, aproximadamente, más energía disponible que con baterías actuales, lo que significa que si con 32,2 Kwh un vehículo eléctrico alimentado con baterías, puede hacer 200 km, con 4,32 kg de hidrógeno podría hacer unos 670km.
Las consecuencias de esto será objetivo de la siguiente entrada.
La normativa EURO 6 que restringía las emisiones de sustancias nocivas para el medioambiente de los vehículos, se alargó en el tiempo con sucesivas reformas, llegando a la EURO 6 D. Hoy ya estamos cerca de la "temida" Norma EURO 7 ya que, reduce mucho más las sustancias emitidas por los tubos de escape. Además, en Europa se obligará a tener una media de emisión de CO2 de los coches matriculados de cada marca, así, un fabricante podrá matricular vehículos de 190 mg/km si matricula otro de 0 mg/km, ya que la media seguirá dando 95 mg/km. Sin embargo, las marcas pagarán de multa 95 € por cada gramo de más de media por vehículo matriculado, o sea, si hubiera matriculado 1.000.000 de vehículos y se hubiera pasado 1 gramo en la media, pagaría 95 € x 1g x 1.000.000 = 95 millones de euros. El Covid-19 y la realidad conservadora de las grandes corporaciones van a hacer que este año esté bastante relajado en la aplicación de las normativas, cosa que se alargará algún año más.
Pero la norma está empujando a las marcas a usar la tecnología de motorización eléctrica en muchos de sus vehículos a la venta en Europa. La tecnología eléctrica es mucho más eficiente, fácil de implementar y limpia que la quema de hidrocarburos, de hecho, los vehículos eléctricos se empezaron a utilizar a finales del siglo XIX, pero la tecnología de sus baterías pronto fue sobrepasada por la capacidad del motor Otto y del Diésel.
Entonces, actualmente, convivimos con un conflicto donde, por un lado, necesitamos la transformación a lo eléctrico para frenar el cambio climático y, por otro lado, el poco desarrollo que la electrificación tiene, debido, entre otros, al gran lobby formado durante la hegemonía de los hidrocarburos.
Las marcas de vehículos, empujadas por la política europea, están forzando la máquina para implementar las distintas normativas anticontaminación y anti cambio climático, electrificando parte de su oferta. En la transición al vehículo eléctrico, los fabricantes intentan dar soluciones para suplir la tecnología térmica. Las tecnologías híbridas son un claro ejemplo, aunque, ¿por qué no se pasan directamente a lo eléctrico? La tecnología eléctrica es fácil de implantar, pero el gasto dedicado al desarrollo de tecnología térmica hecho por las marcas hasta hace poco deben amortizarlo, con lo que todavía quedan algunos años para ello. Por otro lado, están las compañías de hidrocarburos y países que han invertido mucho dinero en desarrollar y dominar, respectivamente, el mundo de la energía fósil, con lo que no va a ser fácil el camino.
Sin embargo, una vez empujada políticamente toda la maquinaria al traspaso a lo eléctrico, nadie debe dudar de sus bondades y nadie debe dudar de las zancadillas que le irán poniendo.
Para que cualquier objeto pueda adquirir una cierta energía cinética (energía asociada al movimiento), necesita un aparato que transforme otro tipo de energía en cinética para que se mueva el objeto. En el caso que nos trae, tenemos, por un lado, los vehículos térmicos, que transforman la energía química del combustible en mecánica y posteriormente en cinética, llegando a tener eficiencias en torno al 30%; y, por otro, los vehículos eléctricos que transforman la energía eléctrica en cinética con una eficiencia aproximadamente del 80%. Visto así, está claro hacia dónde nos deberíamos decantar, pero hay un pequeño problema, los vehículos se mueven, con lo que no pueden estar conectados a una fuente energética fija, es decir, que la fuente energética la tiene que llevar encima.
1 l de gasóleo tiene aproximadamente 39 megajulios de energía. En la actualidad, el depósito de un coche mediano suele estar debajo del asiento trasero y su capacidad ronda los 70 l, con lo que en un térmico utilizaremos 70 l x 39 Mj x 30% = 819 Mj de la energía disponible debajo del asiento. Las baterías que podrían caber bajo del asiento trasero en un coche eléctrico (70 l) nos darían aproximadamente, como mucho 32,2 Kwh y 1 Kwh = 3,6Mj, por lo que 32,2 Kwh x 3,6 x 80% = 92,736 Mj, (esto podría cambiar fácilmente ya que la industria está enfrascada en la investigación para la mejora), o sea, que en el mismo volumen que hay debajo del asiento hay 8,83 veces, aproximadamente, más energía disponible en un térmico que en un eléctrico, con lo que aquí tenemos el por qué de la transición larga en el tiempo y no corta como podría parecer, sin contar el precio de las baterías (precio que baja con rapidez).
Sin embargo, sin salir de la motorización eléctrica, hay una tecnología intermedia que nos proporcionará una densidad energética intermedia entre la fósil y las baterías, se trata de la pila de combustible o pila de hidrógeno, la cual une el hidrógeno con el oxígeno que hay en el aire para producir, por un lado, agua y, por otro, electricidad, siendo su eficiencia de aproximadamente un 60%. 1 l de gasóleo tiene 850 g de masa aproximadamente, 850 g de hidrógeno tienen 102 Mj, si en 70 l de hidrógeno caben 4,32 Kg de masa a unos 700 bares de presión, (4,32 kg / 0,85 kg) x 102 Mj x 60% = 311 Mj o sea, 3.35 veces, aproximadamente, más energía disponible que con baterías actuales, lo que significa que si con 32,2 Kwh un vehículo eléctrico alimentado con baterías, puede hacer 200 km, con 4,32 kg de hidrógeno podría hacer unos 670km.
Las consecuencias de esto será objetivo de la siguiente entrada.
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lunes, 6 de abril de 2020
Hipótesis de cómo se materializa la realidad 1
El mundo de lo más pequeño ha mudado a lo largo de la Historia por distintas pieles según la capacidad tecnológica que lo investigara. Estoy seguro de que hace 10.000 años ya había personas que se planteaban que las cosas eran más pequeñas de lo que podíamos percibir por nuestros sentidos. Parece ser que ya los filósofos griegos estuvieron dándole vueltas y dejaron escritos sobre ello: Leucipo, Demócrito, Empédocles, Aristóteles, etc. iban más allá de lo observado, con su lógica.
No ha sido hasta el siglo pasado cuando el conocimiento sobre de qué está hecho el Universo ha avanzado lo que no está escrito gracias al surgimiento de las tecnologías de la observación, sin embargo, se quedará en mera anécdota de comienzo de la era, cuando dentro de 1000 años miremos hacia atrás.
Aún así, no quiero dejar de plasmar por escrito mis pensamientos sobre ello y el tiempo me corregirá.
Pensaba en la velocidad de la luz y su valor absoluto y en cómo no podemos llegar a ella ya que necesitaríamos toda la energía del Universo. También pensaba en la actual visión de la Física de lo que somos, ese mar de ondas, lleno de probabilidades, que son casi del 100% en lugares y momentos concretos, que esperan una conciencia para darles sentido.
El sentido de la vista funciona de manera que lo que nosotros vemos son los fotones que rebotan en la materia, visto desde una perspectiva actual, por nuestro ojo pasan constantemente muchos fotones y solo los que nuestro cerebro interpreta, se harán realidad, esto es, se convertirán en partículas. El cerebro está conectado con un campo probabilístico, en el cual hay sitios y momentos donde la probabilidad de colapso es la mayor posible ante él y que interpreta como real, o sea, el cerebro percibe, como partícula, una onda muy probable en el campo probabilístico. Nuestros sentidos captan la realidad más probable y nuestro cerebro le da sentido. Esto quiere decir que todo existe en forma de ondas probabilísticas y solo al medirla, observarla, la convertimos en real. Según los experimentos, es al tomar conciencia de lo medido, cuando se nos torna real y con real me refiero a lo que cada cerebro interpreta, colapsa (aunque sea diferente) de lo mismo.
Aquí va mi hipótesis, en cuanto cada ser vivo sea consciente, cada uno en su medida, y empiece a interpretar su universo, se propaga una especie de onda de consciencia que dará sentido en cascada a su alrededor. Es como si llevara una esfera alrededor de sí, de radio hasta donde alcancen sus sentidos desplazándose con él y que en el límite va haciendo colapsar el mar de ondas probabilísticas a su realidad. En consecuencia, es la velocidad a la que ese mar de ondas probabilísticas colapsan en partículas la que da valor absoluto a la "velocidad de la luz", es decir, conforme va dando sentido, va creando su realidad a velocidad de colapso. O sea, la velocidad de colapso es la absoluta. De lo que no estoy seguro es de si es concreta o infinita.
La velocidad de la luz es un particular de la velocidad de colapso, siendo la velocidad a la que se colapsan los fotones. Una partícula con menos masa que un fotón colapsará más rápido y, por tanto, irá más rápido, para un mismo observador, que el fotón.
La masa gravitatoria y la masa inercial dependen de la cantidad de realidad a colapsar. No es lo mismo que colapse una pluma a que colapse una bola de bolos. Si se trata de la vista, la pluma y la bola serán parte del vídeo en dos dimensiones que el cerebro tiene que colapsar, con lo que la cantidad de colapso será prácticamente igual. Sin embargo, si tenemos que empujarlos o dejarlos caer nos daremos cuenta de la masa de cada objeto, ya que al cerebro le costará más colapsar la bola que la pluma. Así, tomamos conciencia de la masa.
La gravedad es la tendencia de la materia colapsada a estar en el centro de masas, de ahí que nunca podamos ver a un agujero negro. Su masa es tal que la esfera de colapso no sería capaz de colapsar sus fotones, ya que antes de terminar el colapso, buscará el centro de masas. Solo podemos observar hasta el horizonte de sucesos, lugar donde está la máxima cantidad de materia capaz de ser colapsada por nuestros instrumentos de observación antes de ir al centro de masas. Por otro lado, cuanto más pequeña sea la partícula a observar, más cerca del interior del agujero negro se puede llegar y solo haría falta la capacidad de detección de partículas más pequeñas que los fotones para poder observar el interior.
El tiempo será relativo a la masa a colapsar e irá mas lento conforme el observador tenga que colapsar más masa y la interactuación de sus propiedades antes medidas. Si tomamos dos masas conocidas e iguales, pero de la primera conocemos dos propiedades y de la segunda tres propiedades, las dos de la primera más otra diferente, la primera tardará menos en colapsar, para una misma consciencia. Sería lo mismo que fabricar dos ruedas, si una es blanda y poco ruidosa, y la otra es blanda, poco ruidosa y blanquiazul, la primera se fabricará más rápida que la segunda.
Así, cuanto más velocidad tenga el observador más cantidad de masa tendrá que colapsar y, por tanto, el tiempo irá más lento hasta que se llegue a velocidad de colapso, donde se parará el tiempo, ya que el cerebro no podría captar la "realidad antes del colapso".
La energía es la tendencia a que ocurra lo más probable cuando colapsa el campo de ondas probabilísticas en una realidad algo menos probable. Lo más probable es lo estable, o sea, donde todo es lo mismo. Así, lo que colapse menos probable será mas inestable y buscará su estabilidad, produciendo trabajo. Nuestro Universo es uno de los infinitos que pueden haber distintos a la nada, (que es lo más probable) y al que damos forma aportando cada ser vivo su colapso particular, con lo que, mientras vuelve a ser nada, la energía fluye produciendo trabajo.
Luego, nuestra realidad es una de las infinitas que se pueden dar con un cierto grado de inestabilidad para que la energía fluya y, en consecuencia, el tiempo. Y aunque la tendencia es que vamos hacia lo más probable, es decir, cero energía inestable (entropía infinita), siempre cabe la probabilidad de que por el camino encontremos otra realidad improbable.
Solo lo medido es objetivo para los seres vivos, cuanto más Ciencia más unificaremos la "visión" del Universo.
https://josefp.blogspot.com/2020/05/hipotesis-de-como-se-materializa-la.html
No ha sido hasta el siglo pasado cuando el conocimiento sobre de qué está hecho el Universo ha avanzado lo que no está escrito gracias al surgimiento de las tecnologías de la observación, sin embargo, se quedará en mera anécdota de comienzo de la era, cuando dentro de 1000 años miremos hacia atrás.
Aún así, no quiero dejar de plasmar por escrito mis pensamientos sobre ello y el tiempo me corregirá.
Pensaba en la velocidad de la luz y su valor absoluto y en cómo no podemos llegar a ella ya que necesitaríamos toda la energía del Universo. También pensaba en la actual visión de la Física de lo que somos, ese mar de ondas, lleno de probabilidades, que son casi del 100% en lugares y momentos concretos, que esperan una conciencia para darles sentido.
El sentido de la vista funciona de manera que lo que nosotros vemos son los fotones que rebotan en la materia, visto desde una perspectiva actual, por nuestro ojo pasan constantemente muchos fotones y solo los que nuestro cerebro interpreta, se harán realidad, esto es, se convertirán en partículas. El cerebro está conectado con un campo probabilístico, en el cual hay sitios y momentos donde la probabilidad de colapso es la mayor posible ante él y que interpreta como real, o sea, el cerebro percibe, como partícula, una onda muy probable en el campo probabilístico. Nuestros sentidos captan la realidad más probable y nuestro cerebro le da sentido. Esto quiere decir que todo existe en forma de ondas probabilísticas y solo al medirla, observarla, la convertimos en real. Según los experimentos, es al tomar conciencia de lo medido, cuando se nos torna real y con real me refiero a lo que cada cerebro interpreta, colapsa (aunque sea diferente) de lo mismo.
Aquí va mi hipótesis, en cuanto cada ser vivo sea consciente, cada uno en su medida, y empiece a interpretar su universo, se propaga una especie de onda de consciencia que dará sentido en cascada a su alrededor. Es como si llevara una esfera alrededor de sí, de radio hasta donde alcancen sus sentidos desplazándose con él y que en el límite va haciendo colapsar el mar de ondas probabilísticas a su realidad. En consecuencia, es la velocidad a la que ese mar de ondas probabilísticas colapsan en partículas la que da valor absoluto a la "velocidad de la luz", es decir, conforme va dando sentido, va creando su realidad a velocidad de colapso. O sea, la velocidad de colapso es la absoluta. De lo que no estoy seguro es de si es concreta o infinita.
La velocidad de la luz es un particular de la velocidad de colapso, siendo la velocidad a la que se colapsan los fotones. Una partícula con menos masa que un fotón colapsará más rápido y, por tanto, irá más rápido, para un mismo observador, que el fotón.
La masa gravitatoria y la masa inercial dependen de la cantidad de realidad a colapsar. No es lo mismo que colapse una pluma a que colapse una bola de bolos. Si se trata de la vista, la pluma y la bola serán parte del vídeo en dos dimensiones que el cerebro tiene que colapsar, con lo que la cantidad de colapso será prácticamente igual. Sin embargo, si tenemos que empujarlos o dejarlos caer nos daremos cuenta de la masa de cada objeto, ya que al cerebro le costará más colapsar la bola que la pluma. Así, tomamos conciencia de la masa.
La gravedad es la tendencia de la materia colapsada a estar en el centro de masas, de ahí que nunca podamos ver a un agujero negro. Su masa es tal que la esfera de colapso no sería capaz de colapsar sus fotones, ya que antes de terminar el colapso, buscará el centro de masas. Solo podemos observar hasta el horizonte de sucesos, lugar donde está la máxima cantidad de materia capaz de ser colapsada por nuestros instrumentos de observación antes de ir al centro de masas. Por otro lado, cuanto más pequeña sea la partícula a observar, más cerca del interior del agujero negro se puede llegar y solo haría falta la capacidad de detección de partículas más pequeñas que los fotones para poder observar el interior.
El tiempo será relativo a la masa a colapsar e irá mas lento conforme el observador tenga que colapsar más masa y la interactuación de sus propiedades antes medidas. Si tomamos dos masas conocidas e iguales, pero de la primera conocemos dos propiedades y de la segunda tres propiedades, las dos de la primera más otra diferente, la primera tardará menos en colapsar, para una misma consciencia. Sería lo mismo que fabricar dos ruedas, si una es blanda y poco ruidosa, y la otra es blanda, poco ruidosa y blanquiazul, la primera se fabricará más rápida que la segunda.
Así, cuanto más velocidad tenga el observador más cantidad de masa tendrá que colapsar y, por tanto, el tiempo irá más lento hasta que se llegue a velocidad de colapso, donde se parará el tiempo, ya que el cerebro no podría captar la "realidad antes del colapso".
La energía es la tendencia a que ocurra lo más probable cuando colapsa el campo de ondas probabilísticas en una realidad algo menos probable. Lo más probable es lo estable, o sea, donde todo es lo mismo. Así, lo que colapse menos probable será mas inestable y buscará su estabilidad, produciendo trabajo. Nuestro Universo es uno de los infinitos que pueden haber distintos a la nada, (que es lo más probable) y al que damos forma aportando cada ser vivo su colapso particular, con lo que, mientras vuelve a ser nada, la energía fluye produciendo trabajo.
Luego, nuestra realidad es una de las infinitas que se pueden dar con un cierto grado de inestabilidad para que la energía fluya y, en consecuencia, el tiempo. Y aunque la tendencia es que vamos hacia lo más probable, es decir, cero energía inestable (entropía infinita), siempre cabe la probabilidad de que por el camino encontremos otra realidad improbable.
Solo lo medido es objetivo para los seres vivos, cuanto más Ciencia más unificaremos la "visión" del Universo.
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domingo, 4 de agosto de 2019
¿Medir o ser conscientes de lo que medimos?
El experimento de la doble rendija es la base de la mayor toma de consciencia de nuestra virtualidad. Consiste en hacer pasar luz a través de una rendija y, posteriormente, a través de dos. Estos haces de luz, cuando llegan a una placa fotosensible situada delante de las dos rendijas forman un patrón de interferencias claramente identificables como ondas y no dos líneas verticales, correspondientes a las dos rendijas.
Lo que se buscaba era dilucidar si la luz son partículas, como todo parecía indicar, o es de naturaleza ondulatoria, como el experimento confirmó.
Entonces, ¿en qué quedamos? Más adelante se pudo lanzar de uno en uno lo que corresponde a una onda o un corpúsculo, y se seguían obteniendo los mismos resultados, naturaleza ondulatoria. Sin embargo, cuando la luz alcanza los átomos, estos reaccionan a cápsulas de energía muy concretas, o sea, reaccionan como si fueran pequeños paquetes de energía. Cuando en este experimento decidimos observar qué es lo que pasa por cada rendija, resulta que lo que se ve en la placa fotosensible como resultado, es lo que esperaríamos si la luz fuesen partículas definidas. Esto nos lleva a pensar que mientras la luz no es observada, es onda, y cuando la medimos son fotones, lo que se llama la dualidad onda-corpúsculo.
En la actualidad se ha comprobado que no solo los fotones tienen esa dualidad, sino que todas las partículas que define la física teórica tienen esa propiedad, es más, se ha conseguido comprobar hasta en un átomo, que ya tiene propiedades de elemento químico, o sea, han conseguido probar la naturaleza cuántica de un átomo, cuando para ello se necesita que este átomo no interactúe con absolutamente nada y así no sea determinado. Mantener aislada una partícula no es fácil, cuanto más un átomo.
Pero vamos a intentar analizar cuál es el momento en el que se convierte de onda a partícula. Si la luz atraviesa la primera rendija sin medir, en teoría la luz no está determinada, no sabemos cómo viaja, cuando pasa por una de las dos rendijas siguientes con detectores, el experimento da como resultado que es una partícula, o sea, la decisión parece tomarla justo cuándo y dónde se mide, ya que sin los detectores el resultado sería onda. Más recientemente, John Wheeler, propuso retrasar la decisión de la conversión en partícula, es decir, hacer que se defina otra vez después de que hayan pasado por los detectores situados en la doble rendija. Técnicamente no era fácil de ejecutar y pasó un tiempo hasta que Jean-François Roch y François Treussart, en colaboración con Philippe Grangier lo consigueron. En este enlace se explica bastante bien. Lo que Wheeler propuso era como si después del paso del fotón por una de las dobles rendijas, donde había un detector, apareciera o desapareciera aleatoriamente, otra pared con otra doble rendija sin detectores, antes de llegar a la placa fotosensible, con el resultado de que cuando la segunda pared con doble rendija aparecía, el fotón terminaba como onda; y cuando no, seguía como partícula. A pesar del intento de forzar inicialmente una concreción en fotón, este pierde tal concreción al verse ante una nueva doble posibilidad. Con este experimento todo parece indicar que solo cuando alguien está interesado en conocer, es cuando el campo de probabilidades se concreta, normalmente, en la situación más probable.
Pero quiero darle una vuelta más, ¿la acción de medir es propiedad del aparato o de la persona cuando mira el resultado y es consciente de lo medido? Me explico. Si en el experimento inicial de la doble rendija, donde se observa por dónde va a pasar la partícula, el aparato hace la medición, pero nadie nunca jamás observa lo medido, ¿colapsará a partícula o seguirá onda?
El experimento que propongo sería el siguiente: actuar igual que en el experimento de la doble rendija y colocar los aparatos que miden por dónde va a pasar la partícula, iniciar el proceso y registrar el resultado de la medición. Después de que la partícula haya actuado en la placa fotosensible y antes de mirar la placa fotosensible y lo medido, destruyo el registro de lo medido, de manera que no haya forma humana de saber el resultado ni saberlo en el futuro. Posteriormente, miraríamos la placa fotosensible.
Con esto, separo la capacidad de observación de la toma de conciencia de lo ocurrido. Si todo ocurriera como pienso que es, y en la placa aparece una onda, estaríamos ante la constatación de que la realidad es solo lo que la cosciencia nos muestra. Hasta que no somos conscientes del hecho, no se concreta la realidad, se quedaría solo en posibilidades.
Sin embargo, si apareciera como partícula, la realidad sería, independientemente de nuestra toma de conciencia, con lo que la pantalla del dispositivo en el que estás leyendo esto, tendría entidad, independientemente de tu conocimiento de ella, y no la concreción de una alta probabilidad de que sea.
Es más, la partícula determinada por una persona A, ¿se presentaría determinada para otra persona B, con las mismas características de partícula, si después de liberarla de la observación de A, la concreta nuevamente B?
La realidad de los experimentos es tozuda, cada vez nos acerca más a que somos una virtualidad con Planck de fondo, real mientras haya alguna conciencia que nos determine, si no, seremos solo una probabilidad.
Lo que se buscaba era dilucidar si la luz son partículas, como todo parecía indicar, o es de naturaleza ondulatoria, como el experimento confirmó.
Entonces, ¿en qué quedamos? Más adelante se pudo lanzar de uno en uno lo que corresponde a una onda o un corpúsculo, y se seguían obteniendo los mismos resultados, naturaleza ondulatoria. Sin embargo, cuando la luz alcanza los átomos, estos reaccionan a cápsulas de energía muy concretas, o sea, reaccionan como si fueran pequeños paquetes de energía. Cuando en este experimento decidimos observar qué es lo que pasa por cada rendija, resulta que lo que se ve en la placa fotosensible como resultado, es lo que esperaríamos si la luz fuesen partículas definidas. Esto nos lleva a pensar que mientras la luz no es observada, es onda, y cuando la medimos son fotones, lo que se llama la dualidad onda-corpúsculo.
En la actualidad se ha comprobado que no solo los fotones tienen esa dualidad, sino que todas las partículas que define la física teórica tienen esa propiedad, es más, se ha conseguido comprobar hasta en un átomo, que ya tiene propiedades de elemento químico, o sea, han conseguido probar la naturaleza cuántica de un átomo, cuando para ello se necesita que este átomo no interactúe con absolutamente nada y así no sea determinado. Mantener aislada una partícula no es fácil, cuanto más un átomo.
Pero vamos a intentar analizar cuál es el momento en el que se convierte de onda a partícula. Si la luz atraviesa la primera rendija sin medir, en teoría la luz no está determinada, no sabemos cómo viaja, cuando pasa por una de las dos rendijas siguientes con detectores, el experimento da como resultado que es una partícula, o sea, la decisión parece tomarla justo cuándo y dónde se mide, ya que sin los detectores el resultado sería onda. Más recientemente, John Wheeler, propuso retrasar la decisión de la conversión en partícula, es decir, hacer que se defina otra vez después de que hayan pasado por los detectores situados en la doble rendija. Técnicamente no era fácil de ejecutar y pasó un tiempo hasta que Jean-François Roch y François Treussart, en colaboración con Philippe Grangier lo consigueron. En este enlace se explica bastante bien. Lo que Wheeler propuso era como si después del paso del fotón por una de las dobles rendijas, donde había un detector, apareciera o desapareciera aleatoriamente, otra pared con otra doble rendija sin detectores, antes de llegar a la placa fotosensible, con el resultado de que cuando la segunda pared con doble rendija aparecía, el fotón terminaba como onda; y cuando no, seguía como partícula. A pesar del intento de forzar inicialmente una concreción en fotón, este pierde tal concreción al verse ante una nueva doble posibilidad. Con este experimento todo parece indicar que solo cuando alguien está interesado en conocer, es cuando el campo de probabilidades se concreta, normalmente, en la situación más probable.
Pero quiero darle una vuelta más, ¿la acción de medir es propiedad del aparato o de la persona cuando mira el resultado y es consciente de lo medido? Me explico. Si en el experimento inicial de la doble rendija, donde se observa por dónde va a pasar la partícula, el aparato hace la medición, pero nadie nunca jamás observa lo medido, ¿colapsará a partícula o seguirá onda?
El experimento que propongo sería el siguiente: actuar igual que en el experimento de la doble rendija y colocar los aparatos que miden por dónde va a pasar la partícula, iniciar el proceso y registrar el resultado de la medición. Después de que la partícula haya actuado en la placa fotosensible y antes de mirar la placa fotosensible y lo medido, destruyo el registro de lo medido, de manera que no haya forma humana de saber el resultado ni saberlo en el futuro. Posteriormente, miraríamos la placa fotosensible.
Con esto, separo la capacidad de observación de la toma de conciencia de lo ocurrido. Si todo ocurriera como pienso que es, y en la placa aparece una onda, estaríamos ante la constatación de que la realidad es solo lo que la cosciencia nos muestra. Hasta que no somos conscientes del hecho, no se concreta la realidad, se quedaría solo en posibilidades.
Sin embargo, si apareciera como partícula, la realidad sería, independientemente de nuestra toma de conciencia, con lo que la pantalla del dispositivo en el que estás leyendo esto, tendría entidad, independientemente de tu conocimiento de ella, y no la concreción de una alta probabilidad de que sea.
Es más, la partícula determinada por una persona A, ¿se presentaría determinada para otra persona B, con las mismas características de partícula, si después de liberarla de la observación de A, la concreta nuevamente B?
La realidad de los experimentos es tozuda, cada vez nos acerca más a que somos una virtualidad con Planck de fondo, real mientras haya alguna conciencia que nos determine, si no, seremos solo una probabilidad.
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