viernes, 24 de noviembre de 2017

De lo concreto y lo abstracto

Cuando decimos que algo es verde es porque desde pequeños nos asocian la palabra "verde" a un estímulo visual de una cierta frecuencia electromagnética en la que todo el mundo está de acuerdo que es el verde, sin embargo, en las fronteras del verde, por un lado el azul y por otro el amarillo, ya no está tan claro, para unos seguirá siendo verde y para otros ya será azul o amarillo.

Las palabras las llenamos de sentido con la combinación entre los estímulos recibidos, la reacción ante ellos de la persona en que confiamos y nuestra reacción. Los estímulos no solo provienen de fuera de nuestro cuerpo, sino que, nuestro organismo no para de mandarnos estímulos como reacción a los exteriores o de producción propia. Por ejemplo, que tengamos sensación de calor, puede ser por una fuente de calor externa o por el que producimos en nuestras células. El viento acariciándonos el torso es un estímulo exterior y los latidos del corazón, interior.

Esta división es la que da pie a separar lo concreto de lo abstracto, lo medible de lo no medible. Cualquier cosa, fuera de nuestro cuerpo y que podamos percibir por alguno de nuestros sentidos es concreto y medible. Pero cuando hablamos de sentimientos o sensaciones internas, aparece la subjetividad de la imposibilidad de medir, con exactitud, los estímulos provenientes del interior de tu cuerpo.

De la misma forma que hay infinitos colores, nada más tienes que subdividir la frecuencia -555 nm es el mínimo cambio de frecuencia perceptible por el ojo humano en el verde-, también hay infinitos dolores de muela, que en sus límites con el oído no se termina de concretar qué te duele, aún así, el dolor físico se podría concretar en mayor o menor medida, pero si hablamos del psicológico, la cosa se complica.

 La psiquiatría y la psicología nos hurgan por dentro para escudriñar un cierto comportamiento "extraño", pero cada uno de una forma distinta, mientras que el psicólogo se basa en lo abstracto y en ciertos indicios concretos exteriorizados, el psiquiatra se basa en lo concreto y ciertos indicios abstractos. Porque, ¿quién cura el mal de amor, la tristeza o la impotencia?

La Naturaleza, a nivel diminuto, con su forma de presentarnos las partículas, ya nos está sugiriendo su lado abstracto y su lado concreto. Como expliqué en la anterior entrada, las partículas son abstractas antes de medirlas y concretas al medirlas... ¿habrá muchas partículas dentro de nuestro cuerpo sin "concretar"?

La infinidad de combinaciones entre los numerosos tipos de estímulos internos y sus diferentes intensidades, nos proporciona infinidad de sentimientos y sensaciones por concretar. ¿Cuál es la frontera entre amar y querer, entre el enfado y el odio, entre lo bueno y lo malo? Conforme la ciencia y la tecnología avanzan, lo abastracto retrocede. Así, con la aparatología actual, tipo detector de mentiras (ya se vende como juguete), se podría concretar tu estado psicológico, tu abstracto y saber si estás triste, enamorado o feliz con bastante exactitud.

Lo que hace que mi vida sea diferente de la tuya es la subjetividad de lo abstracto, el margen dado a lo desconocido y, por lo tanto, la arbitrariedad en tu pensamiento, así que esperemos tener todavía margen para ser humano y que lo anterior (la aparatología actual) sea solo cosa de laboratorio.


sábado, 18 de noviembre de 2017

Optimista, realista, pesimista

Dicen que un optimista es aquel al que le va bien la Vida y el pesimista, al que le va mal. ¿Será cierto eso de que la mente puede cambiar tu realidad? La entropía nos obliga a estar constantemente luchando por la supervivencia (a unos más que a otros) y ello debería generar una frustración constante y un sentimiento de angustia e impotencia, que sumado a que al final, después de toda la lucha durante la vida, llega la muerte, nos debería hundir en el peor de los escenarios. Entonces, ¿cómo es posible que surjan optimistas?

Parece que el yin y el yang se extrapola a todos los órdenes de la vida, desde el momento en que tus padres pensaron en la idea de traerte a la vida, ya tuvieron que decidir por dos opciones, lo hacemos o no lo hacemos, los espermatozoides, o fecundan o no fecundan, comes o no comes, tus sentidos funcionan o no funcionan, eres consciente o no eres consciente, las cosas son o no son.

Esto no es tan fácil. En la física clásica hay montones de constantes y absolutos, por ejemplo: la temperatura mínima de un objeto es de -273,15º C, con lo cual, o estás por encima de esa temperatura o no estás, no existe por debajo; por el principio de impenetrabilidad de la materia, no podrían estar dos cosas en el mismo lugar, al mismo tiempo: o está una cosa o la otra; la velocidad de la luz también es absoluta: o va a menos velocidad de la luz o no existe. Pero si nos damos cuenta, estas situaciones se dan en los límites de la Naturaleza, a las cuales, ni por asomo, te vas a acercar. Sin embargo, nuestra realidad es que, dentro de esos límites hay, prácticamente, infinitas posibilidades.

El todo o nada, el bien y el mal, el yin y el yang, el blanco o negro, nos obliga, desde pequeños, a decidir dónde se sitúa cada pensamiento. Probablemente la persona que desde que tiene uso de razón se acostumbre a concretar las situaciones en dos opciones, a veces acertará y otras no. Si el fracaso te ocurre con más frecuencia que el acierto, o siendo al 50%, te impresiona más el fracaso, probablemente tenderás a ver con pesimismo la vida. En contraposición, si aciertas la mayoría de las veces, tenderás al optimismo.

Por otro lado, existe otro tipo de personas, que relativizan todo y han aprendido a valorar las cuasi infinitas posibilidades de cada escenario y aunque la decisión tomada no sea la más adecuada, el nuevo escenario, lejos de ser un fracaso, será otro punto de partida donde se abran, de nuevo, cuasi infinitas posibilidades.

Entonces, ¿dónde queda el realista? Como habrás podido observar, los dos tipos de personas descritas antes son como el yin y el yang y entre ellas existen cuasi infinitas personalidades y entiendo que un "realista" está en algún lugar entre ellas. Así, esta persona, valorando las distintas posibilidades, es capaz de predecir lo que va a pasar con mucha probabilidad. El realista es pesimista ante el optimista y optimista ante el pesimista, sin entrar en extremismos.

Parece que la mente reacciona buscando protegerse del fracaso, pensando en lo malo que pueda pasar, por lo que tener una buena resiliencia es fundamental para que el optimismo sea el predominante, de forma que si no eres capaz de fracasar poco, por lo menos que te afecte lo menos posible.

Los niños deben fracasar como vacuna para el pesimismo, nunca deben ser momentos de consternación y frustración, sino de oportunidad de indagar las cuasi infinitas posibilidades que aparecen.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Lo cuántico

Si la sorpresa e incredulidad se apodera de ti, es normal, pero las evidencias experimentales corroboran, hasta ahora, lo que voy a escribir. Una cosa importante, esto ocurre con partículas elementales, átomos e incluso con moléculas, pero extrapolarlo a macroscópico no es tan fácil y no sé si será posible. Lo que sí pasa es que los siguientes fenómenos son básicos para crear nuestra realidad.

Dualidad Onda-Corpúsculo

En la época de Newton, se pensaba que la luz eran pequeñísimas partículas de energía con propiedades especiales: rebotan, no traspasan las cosas salvo algunos materiales, van en línea recta, etc. Poco después, y como consecuencia del trabajo de Young y su experimento de la doble rendija, se comprobó que la luz era de naturaleza ondulatoria. El "problema" es que más adelante y gracias, entre otros, a Einstein, se comprobó su naturaleza corpuscular, en realidad, pequeños paquetes de energía. O sea, que la luz es a la vez onda y corpúsculo. Esta es la primera sorpresa que llevó a los científicos a desarrollar la mecánica cuántica, ya que conforme se iban descubriendo partículas se iba comprobando que todas tenían la dualidad onda-corpúsculo, es decir, que todo el Universo que conocemos está compuesto de partículas con dicha dualidad. Sin embargo, lo que te va a dejar patidifuso no es lo que acabas de leer, es lo siguiente: mientras no les hagas caso a las partículas,  serán ondas y corpúsculo a la vez, pero en cuanto quieras comprobar por dónde se desplazan, serán partículas. ¿Qué? ¿Cómo te quedas? Sí, tú puedes hacer que una partícula se defina solo con mirarla. Es como si se diera cuenta que la vas a observar y te lo hiciera más fácil sacando su lado corpuscular, o que tu intención, consciente de observarla, la defina. Comprobado experimentalmente.

Superposición

Conforme la Física fue descubriendo partículas, se dio cuenta de que estas, en su naturaleza corpuscular, tienen características distintas unas de otras, incluso estados distintos en una misma partícula. Pues bien, cuando su naturaleza es ondulatoria, tiene todos los estados a la vez. ¡Toma ya! Por ejemplo, imaginemos que una partícula puede ser verde o naranja, pues mientras no se observe, será verde y naranja a la vez, con lo que tendrá tres estados: verde, naranja o los dos a la vez, ¿qué tal? Esto es la base de la computación cuántica (ya escribiremos sobre ella).

Entrelazamiento

A veces, dos partículas se coordinan como si fueran una, es como si se juntan dos para comerse un jamón: si uno corta el jamón, el otro se lo come y si el otro se pone a cortarlo, el primero se lo come. O sea, si la miro y está verde, cuando mire la otra, estará sí o sí naranja o viceversa, no ha fallado en ningún experimento. Hasta aquí, todo fabuloso, pero si te digo que a las partículas entrelazadas les pasa exactamente igual si separamos a las partículas cada una en una habitación, es más, si las ponemos una en Málaga y otra en Marbella (65 km de distancia), también, incluso separándolas 1200 km según los últimos experimentos. ¿Qué te parece? Impresionante, ¿verdad? ¡Están comunicadas con algo que no sabemos qué es! Este fenómeno se está utilizando para transmitir información a distancia, sin rastro alguno aparente (teleportación), y también para la computación cuántica.

La Naturaleza es como es y los físicos la interpretan proponiendo teorías que, mientras no fallen, predicen el futuro. La Teoría General de la Relatividad, propuesta por Albert Einstein allá por el año 1915, ha predicho y lo seguirá haciendo, muchos fenónenos que ocurrieron y ocurrirán: desde los agujeros negros hasta una molécula, pero siempre y cuando midamos los sucesos, porque en el momento que no lo midamos, podemos encontrarnos con lo cuántico y para ello, está la Teoría Cuántica, irreconciliable con la Relatividad General. Probablemente, la Naturaleza sea un continuo y la separación sea un problema de interpretación humana, pero estamos esperando, ansiosos, una teoría del Todo que lo explique. No parece que esté lejos, pero nunca se sabe, lo más seguro es que detrás de una puerta haya otra puerta.

El Octavo pecado capital

La conciencia aparece cuando te das cuenta de las consecuencias de tus pensamientos. Desde la activación del sistema nervioso, el feto reacciona a los estímulos sin sentido, poco a poco va reaccionando con actos reflejos hasta que un día, ya como bebé, reconoce un estímulo, ya sea exterior o interior y actúa en consecuencia. Es en ese momento cuando comienza a tomar conciencia, e irá reconociéndose y reconociendo su entorno.

Para reconocer algo es necesario tener en la mente una "plantilla" que se parezca mucho al estímulo a reconocer, esto nos lleva a la necesidad de tener memoria para reconocer y raciocinio para actuar.

El funcionamiento del cerebro humano no se conoce muy en profundidad y por ende la memoria tampoco. La memoria es un arma de doble filo y simplificando, hay de la que no modifica físicamente el cerebro y la que sí lo modifica. Esta última suele ser más longeva ya que el soporte físico es bastante estable, con lo que si no se distorsiona la modificación, el recuerdo será para siempre. Si, aunque distorsiones con otros estímulos el recuerdo, lo evocas cada cierto tiempo, se mantendrá mejor y más nítido. Aun así, el recuerdo es pentadimensional, es decir, cada recuerdo es una mezcla de cada uno de los sentidos y con las intensidades correspondientes, dependiendo del estímulo. No es lo mismo recordar una canción que una foto, ni es lo mismo que asomarte al Valle de Ordesa donde tan importante es lo que ves, como lo que escuchas, como lo que hueles, como lo que sientes. Esto hace que lo que recordemos sean sumatorias de sentidos, a no ser que, centremos la atención en un aspecto concreto del momento. Esta "pentadimensionalidad", junto a la plasticidad del cerebro y el limitado sustrato de este con respecto al sustrato del momento a recordar (aunque utilizásemos todas las partículas del cerebro en un recuerdo, lo nomal, es que lo que queremos recordar tenga más partículas), hacen que los recuerdos no sean tan idénticos como nos gustaría.

En la evolución de las especies, el aspecto memorístico es clave como herramienta para la adaptación, buscando recordar los aspectos dañinos que de forma inminente acechan la integridad. Este hecho marca profundamente para qué está preparado el cerebro, atrayéndonos mucho más lo malo que lo bueno. Lo constatamos diariamente.

Pero el hombre ha conseguido niveles de adaptación tan elevados, que la seguridad ha pasado a un segundo o tercer plano, pudiendo utilizar la memoria para algo más que la adaptación, apareciendo los "pecados", porque dejan de ser estrategias de adaptación y pasan a ser modos de vida, utilizándose para otros objetivos distintos a la pura adaptación.

El Rencor, merece ser pecado capital y su dominio es fruto de un entrenamiento constante en el arte de comprender y esconder recuerdos malos. El rencor se da, cuando el objetivo de recordar la escena dolorosa no es comprenderla. El rencor en su inicio, impregna todo el cuerpo y pasado el tiempo se esconde agazapado para salir en el momento más inesperado.

Dependerá del impacto causado en el cerebro el que se pueda prácticamente olvidar o que no se olvide nunca y es el aprendizaje de la gestión de esos recuerdos lo que nos hará más o menos rencoroso. Pero es el paso de sufrirlo a exteriorizarlo con acciones contra el que te ha hecho sufrir, el que llena de contenido la palabra rencor.

Comprender, empatizar y pasar página, produciendo pensamientos positivos nos hará, si se hace desde pequeño, menos rencoroso. El rencor no es positivo, en ningún caso, fuera de su misión para la adaptación.