sábado, 18 de noviembre de 2017

Optimista, realista, pesimista

Dicen que un optimista es aquel al que le va bien la Vida y el pesimista, al que le va mal. ¿Será cierto eso de que la mente puede cambiar tu realidad? La entropía nos obliga a estar constantemente luchando por la supervivencia (a unos más que a otros) y ello debería generar una frustración constante y un sentimiento de angustia e impotencia, que sumado a que al final, después de toda la lucha durante la vida, llega la muerte, nos debería hundir en el peor de los escenarios. Entonces, ¿cómo es posible que surjan optimistas?

Parece que el yin y el yang se extrapola a todos los órdenes de la vida, desde el momento en que tus padres pensaron en la idea de traerte a la vida, ya tuvieron que decidir por dos opciones, lo hacemos o no lo hacemos, los espermatozoides, o fecundan o no fecundan, comes o no comes, tus sentidos funcionan o no funcionan, eres consciente o no eres consciente, las cosas son o no son.

Esto no es tan fácil. En la física clásica hay montones de constantes y absolutos, por ejemplo: la temperatura mínima de un objeto es de -273,15º C, con lo cual, o estás por encima de esa temperatura o no estás, no existe por debajo; por el principio de impenetrabilidad de la materia, no podrían estar dos cosas en el mismo lugar, al mismo tiempo: o está una cosa o la otra; la velocidad de la luz también es absoluta: o va a menos velocidad de la luz o no existe. Pero si nos damos cuenta, estas situaciones se dan en los límites de la Naturaleza, a las cuales, ni por asomo, te vas a acercar. Sin embargo, nuestra realidad es que, dentro de esos límites hay, prácticamente, infinitas posibilidades.

El todo o nada, el bien y el mal, el yin y el yang, el blanco o negro, nos obliga, desde pequeños, a decidir dónde se sitúa cada pensamiento. Probablemente la persona que desde que tiene uso de razón se acostumbre a concretar las situaciones en dos opciones, a veces acertará y otras no. Si el fracaso te ocurre con más frecuencia que el acierto, o siendo al 50%, te impresiona más el fracaso, probablemente tenderás a ver con pesimismo la vida. En contraposición, si aciertas la mayoría de las veces, tenderás al optimismo.

Por otro lado, existe otro tipo de personas, que relativizan todo y han aprendido a valorar las cuasi infinitas posibilidades de cada escenario y aunque la decisión tomada no sea la más adecuada, el nuevo escenario, lejos de ser un fracaso, será otro punto de partida donde se abran, de nuevo, cuasi infinitas posibilidades.

Entonces, ¿dónde queda el realista? Como habrás podido observar, los dos tipos de personas descritas antes son como el yin y el yang y entre ellas existen cuasi infinitas personalidades y entiendo que un "realista" está en algún lugar entre ellas. Así, esta persona, valorando las distintas posibilidades, es capaz de predecir lo que va a pasar con mucha probabilidad. El realista es pesimista ante el optimista y optimista ante el pesimista, sin entrar en extremismos.

Parece que la mente reacciona buscando protegerse del fracaso, pensando en lo malo que pueda pasar, por lo que tener una buena resiliencia es fundamental para que el optimismo sea el predominante, de forma que si no eres capaz de fracasar poco, por lo menos que te afecte lo menos posible.

Los niños deben fracasar como vacuna para el pesimismo, nunca deben ser momentos de consternación y frustración, sino de oportunidad de indagar las cuasi infinitas posibilidades que aparecen.

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