jueves, 1 de febrero de 2018

El tren de la vida

Es curioso cómo te llevan los años por una vía que han recorrido millones de personas, estamos recorriéndolas millones de personas y por las que discurrirán otras tantas. Muchas son las paradas que tendrá que dejar atrás esa "personita" que nace y que dan formato a su libro vacío. Con el tiempo lo  colmará de experiencias, dirigidas por la ineludible genética. No voy a entrar en todas y cada una de las variables que se podrían dar, por lo que haré referencia a lo más frecuente, esperando que también os sintáis identificados con todos los demás casos omitidos.

El tren inicia su trayecto con la colaboración genética de dos personas. Si bien es cierto que lo habitual es que una pareja heterosexual, en un acto de expresión sexual consentida y disfrutada, combinen sus genes, cada vez es mas común la combinación génica con otros formatos naturales y artificiales, tan válidos para el caso como cualquier otro.

La primera parada inconsciente es el nacimiento, donde la gestadora se sentará en el asiento de al lado sí o sí, pero serán las circustancias las que harán que se quede o, como puede ser en una gestación subrrogada, cambiará de vagón de inmediato. Se podría decir, que en este punto se suben al tren, de alguna u otra forma, todos los habitantes de la Tierra como mínimo, pero será el padre el que acompañará a la madre en el transitar del tren en los asientos lindantes, aislando al bebé del resto del mundo menos de sus más allegados.

La segunda parada inconsciente es cuando empieza a andar. Desde su perspectiva, de repente muchas de las cosas que hasta ahora solo podía ver, ahora las toca, descubre más puntos de vista y percibe ambientes distintos. Es la misma independencia que, más adelante le dará la posibilidad de conducir un vehículo. Desde la óptica de los criadores es un momento tan importante como estresante.

La tercera parada incosciente aparece cuando comienza a hablar. El bebé nos entendía, pero no lo entendíamos. Por favor, hablad bien a los niños (chupete, mejor que tete o dormir en vez de mimir), los que no saben hablar son ellos y se fijan en ti. Empezar a hablar aumenta exponencialmente la interacción. Es el momento de enseñarles todas las lenguas posibles.

A partir de aquí, su vida girará entorno a su crecimiento. Puede que haya una nueva persona que entre en el vagón, pero si hubiera alguna bajada del tren, probablemente sea inesperada.

Su siguiente estación será hormonal. En esta parada se acercarán al vagón muchos amigos con los que se hará fuerte frente a la vida. El sexo entrará por la puerta grande y el crecimiento físico adelantará al mental. Serán cuerpos de adultos con mentes de niños, es como si un niño se subiera en un avatar adulto, tendrá que aprender a manejarlo con responsabilidad y ello necesitará de años para producirse.

La siguiente parada es tomar conciencia del futuro. Hasta ahora, solo había presente, te ocurrían tantas cosas nuevas que no te daba tiempo de mirar más allá, pero ya se tienen la mayoría de las cosas controladas, probablemente tendrás una persona a tu lado que se haya sentado para quedarse durante muchos años y querráis seguir descubriendo y experimentando situaciones que requieran un mayor esfuerzo de lo que hasta ahora te habías planteado. Comienzas a mirar al futuro y te asaltan proyectos que se mezclan con los últimos descubrimientos del presente. Tienes el sentimiento de ser capaz de todo.

La sexta parada será incosciente y ocurrirá sin ningún trauma. Hasta ahora el cuerpo había estado dándote todo lo que le pedías, con un poder de recuperación excepcional, pero ya has dejado de crecer y mientras tu exigencia hacia él no fuera grande, pasará sin enterarte, pero si tu exigencia era máxima, notarás que empezará a bajar el rendimiento, despacito, pero inexorable hacia la ancianidad. Comienzas a hacerte viejo y no te darás cuenta hasta que tus exigencias se topen con las capacidades ya mermadas.

La séptima parada consiste en tomar la decisión de subir al tren descendencia o seguir con lo que tienes. Decisión difícil, porque al tomarla, podría cambiar el rumbo del tren para siempre. Comprendo las dos posturas pero no entiendo, que si tienes posibilidades de dar una vida digna a tus descendientes, no lo hagas. Cada uno con sus prioridades, la parada pasa y después se complican las cosas. Repito, solo si tienes posibilidades de darles una vida digna. Por otro lado, todo tu alrededor está lleno de niños y niñas, tu hermana, tu primo, tu amigo, han tenido descendencia, así que prepara la billetera que la vas a sacar bastante, cumpleaños, fiestas, etc. De todas forma,s lo harás con gusto ya que dejarás de ver a los niños como un juguetito inoportuno y empezarás a verlos como los seres más bonitos del mundo. Es el momento de llenar el tren.

La octava parada es trágica,  nuestros padres y madres son ancianos y aunque se haya alargado la esperanza de vida bastante, el momento llegará. Previamente habremos tenido que lidiar con la pérdida progresiva funcional de nuestros mayores. Un duro golpe para el que difícilmente estaremos preparados. Además, no pararemos de tener noticias de la llegada a su destino final de muchas personas que en algún momento pasaron por tu vagón.

La novena parada ocurre porque todos los que habían necesitado de ti para vivir, ahora ya son independientes. Dejas de ser útil y además, las fuerzas no te acompañan. ¡Uf!, se juntan el hambre con las ganas de comer (es un refrán). Dejarás de trabajar remuneradamente y con ello el modus vivendi que tuviste durante muchos años. Mucha gente de tu generación va llegando a su última parada y se baja sin despedirse. Quizás los nietos te abran la puerta de un nuevo vagón donde volver a ser útil. Por otro lado, dispones de tiempo para mirar la lista de cosas que dejaste de hacer para cuando lo tuvieras.

La décima parada es la última y llega cuando llega. Puede que la veas venir, pero es dificil despedirse y dejar todo atado lo más cerca posible de la estación. El problema no es morir, sino el miedo a lo desconocido.

Tu vida es mientras alguien te recuerde.

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