martes, 22 de enero de 2019

De las izquierdas y las derechas

Ya he escrito en anteriores entradas que el mundo no es blanco y negro, no es 0 y 1. A persar de que me gusta clasificar, cuanto más bajo a la realidad más tiende a infinito la clasificación. Pero hay límites, incluso pensando en la luz y su velocidad absoluta, existen sitios donde es imposible que llegue.

Si tengo dos límites enfrentados, uno todo lo contrario que lo otro, no quiere decir que todo sea o una cosa o la otra, normalmente hay un espacio entre ellos y un gradiente que transforma, sin darnos cuenta, una cosa en otra.

Vamos concretando, por un lado, tenemos el individualismo: yo conmigo mismo y a los demás, mientras pueda, que le den; y por el otro, el colectivismo: nadie es más que nadie y si tu haces más y mejor las cosas que otro, pues te aguantas y comes lo mismo que los demás.

O sea, la posición individualista acabaría, llevado al extremo, a que cada uno se lo guisa y se lo come y solo formaría parte de un colectivo si lo llegara a dominar. Yo por encima de los demás. Pero he aquí que, aunque uno sea muy capaz, no puede conseguir todo lo que quiere sin contar con otros y, por tanto, se plantean dos caminos, domino al que me lo puede proporcionar y lo consigo; o llego a un acuerdo, con lo que bajo un peldaño en el individualismo. Como a lo que tiende el individualista es a la primera opción, buscará la confrontación con el otro hasta dominarlo o perder y que sea otro individualista el que lo haga. La Prehistoria y la Historia han ido forjando individualistas que han  dominado a los demás y que a su muerte, legan a su família la conquista y dominio, y que conforme la tecnología iba evolucionando, los ambitos a dominar aumentaban en tamaño y capacidad: familia, pueblo, región, nación, ¿Tierra? Para conseguir lo que quiere, no le importa lo que le pase a los demás, con lo que la vida de las personas que haya en sus dominios, dependerá de lo que se le antoje al dominador.

El hecho de que el individualista o "familista", "pueblista", regionalista, nacionalista, maneje grandes recursos, hace que, para conseguir lo deseado, no escatime en medios e I+D+I. Esto lleva a una gran aceleración en la evolución tecnológica de sus dominios, la cual favorecerá a él y sus secuaces y desfavorecerá a sus súbditos produciéndose una brecha social y desigualdad, que aumentarán con el tiempo.

El individualismo y el colectivismo, uno más innnato que el otro, no entienden de ricos y pobres, ni de sentimientos identitarios, estos solo rellenan el espacio que hay entre las dos visiones y producen una foto heterogénea del gradiente, derivándose algunas aparentes incongruencias en un momento dado, como que un pobre vote a un partido de derechas o un partido de izquierdas sea nacionalista.

Al otro extremo se plantea el colectivismo, donde cada uno hará lo que pueda y sepa, pero consciente de que nada de su trabajo será para él solo. Los problemas vienen cuando el formato asambleario no se puede llevar a cabo porque el número de personas a reunirse desborda cualquier tecnología existente hasta el siglo pasado; y cuando haya que reprimir el sentimiento humano de progreso individual.

La sensación de que por mucho que haga, no voy a estar mejor, ya que mi rendimiento se distribuiría entre todos, no ayuda a que aparezca el esfuerzo. Sería necesaria la conciencia social que se produciría en las asambleas para que todos a la vez empujen y el esfuerzo se vea recompensado.

El avance tecnológico que produce comodidad y salud, sería lento, a no ser que se consiguiera esa conciencia social perdurable en el tiempo, eso sí,  nunca habría brecha social ni desigualdades.

Probablemente, la mejor opción esté cerca del medio entre las dos visiones, los extremos no llevan a nada. La naturaleza, aunque nos ha enseñado las dos opciones, tiende a la ley de la selva, ya que es más probable que uno mire por sí mismo antes que por la especie, por lo inmediato de la recompensa.

Pero ya no somos animalitos puros y duros, para nuestra desgracia o nuestra buena suerte, tenemos conciencia y capacidad para no hacer lo que la naturaleza nos dicta y conseguir conciencias más globales y menos egoístas.

El mundo corre sin control hacia el individualismo de seres que dominan un espacio supranacional y que, sin percatarnos, se aprovechan de la gente para aumentar su poder. Su objetivo es crear y mantener colectivos que puedan dominar.

 Jair Bolsonaro (Brasil), Donald Trump (EEUU), Matteo Salvini (Italia), Marine Le Pen (Francia), ganan espacio como ejemplos de individualistas. El colectivismo ha perdido fuerza como forma de gobierno de un país, ya que el modelo asambleario sustituido antaño por una dictadura, se manifiesta actualmente, de forma global, a través de las nuevas tecnologías, perdiendo cada vez más sentido las fronteras, así, el nacionalismo reacciona ante el inexorable orden mundial que, espero en un futuro, sea gobernado por una asamblea mundial y no por individualistas.

Pero en pos de mantener el orden mundial del siglo XX, muchos intentarán convencernos del pasado para mantener sus estatus y el problema es que actualmente tienen capacidad para destruir el mundo, tal y como lo conocemos. Esperemos que la conciencia social global basada en la asunción de responsabilidades en todos los ámbitos, desde uno mismo hasta lo más amplio, llegue a tiempo de pararlo.